sábado, 7 de julio de 2012
Tomás el bueno
Seis meses estaría Tomás en la cama, en los cuales se secó
y se puso, como solía decirse, en los huesos. Hoy parece tener turbados todos
los sentidos; aunque le hicieren todos los remedios posibles, sólo le sanarán la
enfermedad de su cuerpo. Sus hermanos, compañeros de trabajo, tíos, primos y
sobrinos iban a verle dos días a la semana, pero la que más estaba con él era su
madre. Mujer de pequeña estatura, de unos sesenta y cinco años, pelirroja, con
los ojos azules. Tenía muchos valores como persona, a pesar de que su marido
hubiera muerto y de tener que haber criado sola a cinco hijos. Esto, todo esto,
la convierte en una gran persona a respetar. Pero... ¿Quién sanaría ahora la
mente de Tomás?, ¿ quién sería el atrevido que jugaría con su mente? Yo os digo
que el querido Tomás no solamente tiene una enfermedad grave de pulmón, no.
También tiene un mal mayor que le corroe por dentro, un mal que es capaz de
destrozarle la vida en un segundo y no volver a recobrar la calma en mucho
tiempo si no te mata antes. Hablo, señoras y señores, del mal de amores.
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